Sobre lo divino y la religión desde el enfoque de la sophía (2)

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De lo divino y de las religiones:

Epíkouros niega la providencia, porque encuentra improcedente que la divinidad eterna y feliz, que ni por agradecimientos ni por cóleras se conmueve, esté perturbada y ocupada en el manejo de un mundo que por sí mismo funciona. La mecánica de los átomos explica el universo natural. No hay teleología en el universo (no hay kósmos).
Tampoco hay teodicea (justicia divina) en un universo no hecho para el hombre, un universo cuyas cualidades pueden ser consideradas defectuosas o malas al hombre (se juzga que “el universo es malo” si se mide por el criterio de la existencia humana).

La postura sobre religión (superstitio en latín) de los epicúreos:
Se trata de una postura compleja, con matices y contextos distintos, la cual hace frente a dos posiciones diversas:
-a los mitos y las supersticiones (el culto popular y el temor reverencial al dios).
-a los dogmas religiosos de otras sectas filosóficas, con su religión astral (por ejemplo: la apoyada por el platonismo).
(Según Carlos García Gual, entre los libros y artículos que precisan la religiosidad y la teoría teológica de Epíkouros conviene destacar los de Festugière, Schmid, Merlan, Kleve, Lemke y Krämer).

Lucretius no diferencia entre religio y superstitio.

Lucretius, De rerum natura, I, 62-79:
“Cuando la vida humana yacía a la vista de todos torpemente postrada en tierra, abrumada bajo el peso de la religión, cuya cabeza asomaba en las regiones celestes amenazando con una terrible mueca caer sobre los mortales, un griego osó el primero alzar contra ella sus mortales ojos y rebelarse en contra.
No lo detuvieron ni los mitos de los dioses, ni los rayos, ni el cielo con su amenazante bramido, sino que aún más excitaron el ardor de su ánimo y su ansia por ser el primero en forzar los apretados cerrojos que guarnecen las puertas de la naturaleza.

Su vigoroso ánimo triunfó y avanzó más lejos, más allá de las llameantes murallas del mundo, y recorrió el todo infinito con su mente y su pensamiento.
De allí, nos aporta, botín de su victoria, el conocimiento de lo que puede nacer y de lo que no puede surgir, las leyes que en cada cosa delimitan su poder, y sus cotos señalados hondamente.
Con lo que la religión, a su vez sometida, yace a nuestros pies; la victoria nos enaltece al cielo.”

Las exaltadas palabras de Lucretius en honor de Epíkouros como liberador de la superstición, “que a tantos crímenes puede persuadir (I, 101) Iphigéneia)>.
Las exaltadas palabras de Lucretius en honor de Epíkouros apuntan a lo que siempre se consideró como uno de los trazos sobresalientes del epicureísmo: su combate o lid contra ciertas concepciones tradicionales de la divinidad, concepciones populares, de un lado, y concepciones filosóficas, de otro.
religio reduce y cierra lo que es infinito, y se excede en la comparación de la divinidad y lo antropológico: en una analogía abusiva>.
Con el arma de la physiología (es decir: de palabras y comportamientos que reflejan la natura y nada más), el epicureísmo podía derribar las bases de la vieja religión y sus creencias supersticiosas, erradicar el terror a los dioses que ensombrecía la voluntad, desterrar la angustia por los castigos ultraterrenos de un infierno poblado por monstruos y fantasías nocivas (con los cuales se asustaba a los humanos desde su infancia). Tal cosa permitía también hallar un fundamento de la realidad con una ética totalmente independiente de prejuicios moralistas, autónoma, confiada en los cuerpos, sensual, conveniente a los animales (humanos incluidos), en un universo sin teleología y sin teodicea.

La negación epicúrea de la Prónoia o providencia divina fue ya para los antiguos algo escandaloso de su filosofía.
Fue esa negación la que motivó injustos ataques y acusaciones de impiedad y ateísmo que pronto se movieron contra la escuela del Jardín (del kêpos: del lugar en que se cultiva el placer que es fundamental y recíproco).

Nota: Cicerón (Marcus Tullius Cicero) y Plutarco (Ploútarkhos) se hacen eco de las calumnias contra los epicúreos –a los que llaman confusamente: ansiosos de placer / “hedonistas”-. Se trata de calumnias que tanto estoicos como cristianos contribuyeron a fortalecer, mientras Titus Flavius Clemens (Clemente de Alejandría) llama a Epíkouros “iniciador del ateísmo”.

Pero fue (según García Gual) como ha sucedido otras veces: es “una nueva religiosidad lo que los adversarios confunden con una falta de fe”.
Quizá simplemente es un concepto distinto de lo divino (como un modelo o una guía de conducta).

Epíkouros quita a lo divino su rasgo monstruoso: el de su hipersensibilidad (de ella un efecto es la omnisciencia, pero también el máximo patetismo: dios como un summum de pasiones).

La acción de Epíkouros: su hazaña: liberar a la natura de la religio.

(¿Sería la religio una reducción de la natura?). Su imagen: las religiones: cerrojos para la natura.

Llegar a lo más alto (no en otra vida sino en ésta: pensando en lo infinito: lo propio del ser).
Ser o vivir como dioses (observando el modelo de rasgos divinos: de conducta y de temple).

religio inventa dioses en un ámbito que originalmente importó como guía de las conductas humanas: el del tipo divino y su modo de vivir: al que se llamo “vivir de modo pleno, realizado o contento”>.

El futuro nunca es previsible para Epíkouros. Lo porvenir es, propiamente, indeterminable.
Lucretius atiende más a la religio y sus maleficios y daños, menos al modelo de conducta de lo divino.
Pero el ser divino es también el modelo del páthos de distancia.
El páthos de distancia nietzscheano separa lo cristiano de lo pagano, lo ascético de lo sensual, lo patético de lo heroico, lo popular de lo distinguido y refinado. Se trata de una suavitas que llega a ser cruda y trágica. Quizá la diferencia entre Nietzsche (apartamiento aventurado y creativo) y Epíkouros (sectarismo comunitario y calmo) es matizada por Lucretius, quien describe la suavitas como un distanciamiento de los ruidos ensordecedores de lo accesorio y vano, de lo ambicioso y desatento de nuestra porción de ser e infinito, o sea, de lo que encubre lo presente: un paso entre los otros dos (que va del consorte al solitario, de la amistad a la ascesis).

Epíkouros no es un ateo: (menos manifiestamente, Lucretius tampoco).
Ambos son agudos opositores de las supersticiones (martirios, súplicas, asesinatos de redención, peticiones a dioses, dogmas idealistas, mediaciones divinas, discriminaciones dogmáticas, adivinaciones, profecías, vaticinios a partir de sueños…).

Lo divino: su encarnación real: llamado sophós: el que conoce lo propio (es decir, lo constitutivo que es base o fundamento para los accidentes): el que vive dentro de los límites y discierne de lo accesorio lo indispensable, el que vive contento: grato, confiado, plácido, generoso, benevolente y atento.

This entry was posted on 21 abril 2009 at 16:36 . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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