***
Preludios de un recuerdo que no muere: variaciones:
*** 1 ***
*** 1 ***
Juego a imaginar un epicúreo. Ha contemplado el sol, el mar, las nubes, las estrellas titilando sobre un fondo oscuro. Tantas y tantas jornadas…
Pero la vida de los hombres es un rayo en medio de una noche eterna. Él la dedicó a la lucidez y a la amistad. De ellas, una es un bien que lo acompaña hasta la muerte; otra es un bien que no muere.
En cuanto al término, hay una imagen: luego de diversas aventuras, un anciano viajero ha acercado su bajel al muelle. Tal como ha amarrado su barca en el puerto, también ha asegurado –tras el tráfago de pasiones y tempestades- sus recuerdos de placer.
El epicúreo ha anticipado el lamento del poeta Dante. Aquel que asevera que la memoria del antiguo placer procura pena. Él dice, respecto a las pasadas alegrías: “cultivo nuestro jardín con gratitud”.
Las efímeras flores procuran perdurable perfume a la memoria que celebra el descubrirlas brotar y envejecer.
Así, conmemorar la antigua dicha es motivo de frecuente placer.
Pero la vida de los hombres es un rayo en medio de una noche eterna. Él la dedicó a la lucidez y a la amistad. De ellas, una es un bien que lo acompaña hasta la muerte; otra es un bien que no muere.
En cuanto al término, hay una imagen: luego de diversas aventuras, un anciano viajero ha acercado su bajel al muelle. Tal como ha amarrado su barca en el puerto, también ha asegurado –tras el tráfago de pasiones y tempestades- sus recuerdos de placer.
El epicúreo ha anticipado el lamento del poeta Dante. Aquel que asevera que la memoria del antiguo placer procura pena. Él dice, respecto a las pasadas alegrías: “cultivo nuestro jardín con gratitud”.
Las efímeras flores procuran perdurable perfume a la memoria que celebra el descubrirlas brotar y envejecer.
Así, conmemorar la antigua dicha es motivo de frecuente placer.
*** 2 ***
Él, el hombre que ha abrazado sus distintas edades, estando a punto de morir, se solaza escribiendo a un amigo: “sí; vivo un día pleno que quizá sea el último de mi vida; y aun cuando el dolor que siento por mi enfermedad es cada vez más frecuente y agudo, logro sobreponerme a todo. Entonces, por el recuerdo de nuestra pasada convivencia, paso a sonreír con gratitud”.
*** 3 ***
*** 3 ***
Él boga paciente y lentamente. Pues se distancia de la vanidad que da lugar en el alma a la desgracia.
Ingrato quien repite al que se apronta a la muerte: ¡Mira cuán absurdo es el final de una larga vida de esfuerzo!
*** 4 ***
Ingrato quien repite al que se apronta a la muerte: ¡Mira cuán absurdo es el final de una larga vida de esfuerzo!
*** 4 ***
Otros fueron errantes por el mundo, de continuo siguiendo fantasmas e ilusiones.
Nutriéndose de pábulos del miedo, algunos, oscuros e invidentes, soñaron que la verdad enceguecía. Proyectaron en la sombra: bondad e infierno, recompensas y castigos.
(Entretanto daba a luz la realidad, todo lo que es divino persistió en silencio).
Nutriéndose de pábulos del miedo, algunos, oscuros e invidentes, soñaron que la verdad enceguecía. Proyectaron en la sombra: bondad e infierno, recompensas y castigos.
(Entretanto daba a luz la realidad, todo lo que es divino persistió en silencio).
Inocurrentes, ávidos de ser oídos, celosos de un silencio claro, así hubo algunos hombres. Quisieron ir más allá, desearon que el sufrimiento enseñara una vida mejor. De pronto el dolor recrudecía, volvieron a resentirlo, dirigiéndose mediante él hasta el hastío; luego de paladearlo hasta la ebriedad, insistieron en dejar su huella por el mundo. Todo lo confundía. Después colmaron de faltas el divino silencio.
Voces que hicieron eco por un recurrente dolor. Hablaron del dolor omnipresente. Juzgaron creer en un juez distante e increíble; creyeron ser llamados a desterrar lo que es eterno.
Clamando en el desierto sus estériles lamentos. Rechazaron la naturaleza y fantasearon la fatalidad. Allí huyen los hombres, siembran pánico. Es en el ensueño que da la espalda a la vida, donde el desierto crece: el único lugar donde hay infierno.
*** 5 ***
Estéril la actitud de los hombres que se hastían. Se asemeja a la triste leyenda de unas muchachas castigadas, las Danaides. Por vanidad, han desfondado el recipiente de los dones naturales.
Los mortales nos podemos convertir en insaciables. Los arcaicos varones helenos asociaron una imagen a ese riesgo: una bandada de mujeres, febriles y ansiosas, que recogen el agua de la fuente con su vasija agujereada.
Hay veces que no disfrutamos de sencillos motivos de placer. Mientras, crecen exquisitos frutos espontáneamente.
El epicúreo siembra, cuida y cosecha. El hambre que en los otros crece le ha enseñado:
“Nada desea aquel para el que nada es suficiente”.
*** 6 ***
Un compañero, amable y perspicaz, me ha dicho: “Un muerto no perdura, aunque haya sido nuestro amigo. La sabiduría, en cambio, por la verdad que envuelve, se funda en algo que no muere”. Sin embargo, ¿cómo es esa amistad que finaliza, tan repentinamente, por el simple fallecimiento del amigo? ¿Por qué algo exterior podría erradicar de nuestra alma todo el recuerdo de amistad? Pienso que mi compañero se equivoca al concebir la amistad. Mientras cada cual preserve en la memoria la imagen de su amigo, la amistad es una bocanada de aire fresco, un claro de luz o una fuente de agua clara, capaz de depurar esa oscura incertidumbre que emerge de enfocar el mundo desde el aislamiento.
Tal como los átomos, los individuos, nada componemos solos.
La amistad enseña, de hecho, a liberarnos de aquel error llamado “egoísmo”. Es gesto de amistad lo que permite que se transmita, por convivencia, sabiduría.
La amistad es solidaria hasta las últimas consecuencias. Incluso sobreponiéndose a la muerte, el único vehículo capaz de preservar experiencias placenteras es la amistad.
This entry was posted
on 22 abril 2009
at 16:09
. You can follow any responses to this entry through the
comments feed
.