Sobre el hombre sabio (sophós) según el enfoque epicúreo

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El sophós: sus prácticas demuestran el aprendizaje y la experiencia de su sabiduría, de la cual se dice que es un “recto conocimiento” y una “liberación”. Sus prácticas muestran su coherencia.
En su modo de vida, no se deja lugar para la corrupción de lo divino, tampoco para su carencia o falta. No se busca o persigue lo divino, se lo preserva.
El sophós es también autárquico, justo, piadoso, mesurado, grato, pacífico, amigo, lúcidamente risueño, administrador de una comunidad.
Sophós” fue un vocablo de uso frecuente y común.
El ideal humano de conducta se incorpora en la imagen del sophós (el sabio), modelo encarnado de comportamiento –tanto para los epicúreos como para los estoicos-. Se trata quizá de una herencia socrática, mejor conservada en las doctrinas de la época helenística que en la vertiente platónico-aristotélica, más dada a la abstracción. Más tarde los cristianos tendrán a sus santos, pero el ideal del sabio (cuyo aprendizaje es menos dolorosamente accesible que el del santo) es imagen ejemplar asociada a una práctica de vida que se orienta hacia la felicidad terrestre y cotidiana.
El philósophos no coincide siempre con el sophós. Hay una experiencia que puede no ser llevada a cabo entre uno y otro. El sophós es, en este punto, algo más que el filósofo. Mientras éste busca un saber a partir de razonamientos, argumentos y discursos, el sophós (quien puede recogerse también en el silencio compartido por la comunidad y no necesita exhibir discursos y actos siempre; le basta promover suficiente confianza), ya que ha alcanzado un modo de vivir que corresponde a un hábito de sabiduría (la sophía entonces es phrónesis, modo de vida pleno, contento y virtuoso).
El sophós, supuestamente, conoce el valor auténtico de la vida, frente a las falsificaciones y los errores de la masa (el vulgo, el gentío o la mayoría), ha captado el sabor de lo verdadero y, de acuerdo con la naturaleza (katà phýsin), sabe lograr un comportamiento sereno (degustar ese tono suave).
Tanto la palabra griega “sophós” como la latina “sapiens” o la castellana “sabio” son un tanto ambiguas, porque indican (en cuanto dichas de alguien) tanto el saber intelectual como el práctico (en el caso que se pretenda separar ambos sentidos); pero en el sentido epicúreo sophós se caracteriza por su influjo ético, que no excluye el conocimiento de principios, causas y términos que dan cuenta de un entendimiento crítico y de un criterio inteligente.
En el sabio hay el que investiga la realidad y el que se comporta consecuentemente con su pensamiento. Lo que traducen dos expresiones distintas y conciliables en el francés: savant y sage.

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