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Algunos de los aspectos que he analizado:
-respecto al amor: reaccionamos a un sentimiento confuso cuando es repentino.
Lo que era llamado por los antiguos éros suele ser un impulso obsesivo por el cual alguien se hace presa de una fuerte atracción hacia otro (una arrebatada excitación semejante a la fiebre).
Epíkouros (y también su más famoso discípulo el poeta Lucretius) dirán que la pasión amorosa reacciona a una mera fantasía y que el deseo erótico repentino lleva a extraviarse en la conquista de algo irreal. El amor, en ese sentido, es ciego.
Por otra parte, hay también la posibilidad de un enamoramiento que se va gestando con la convivencia y la habitual amistad con alguien que nos procura compañía y placer. En este último caso el amor nace de algo semejante a una amistad con cariz erótico.
Se trataría de un amor más sereno y continuo.
-respecto a la amistad: si hay un fruto de la convivencia segura, benéfica y recíproca es ese que recibe el nombre de philía (lo cual podemos traducir como “amistad”).
La amistad es una cima de placer en lo referente a la relación con otros seres humanos. Epíkouros recomienda “filosofar con amigos”.
Si bien el amigo que cuida solidariamente por el bienestar de sus amigos, se vuelve más vulnerable, la doctrina sostiene que la auténtica amistad procuraría a sus partícipes confianza, generosidad y alegría.
-la religión: Epíkouros ha sido tachado de “materialista y ateo” hasta tal punto que pocos que se aprontan al estudio de sus obras, parten sin esta especie de prejuicio.
Sin embargo, el maestro, y también -más o menos- sus discípulos (Philódemos, Lucretius, entre algunos) lo que hicieron fue oponerse a la idea de dioses irascibles y castigadores. En relación a ese punto, la doctrina sostuvo que por definición lo que es divino no padece molestias ni sentimientos como ira, pena, envidia o celo (como tampoco es capaz de alegría, gratitud, o placer). Lo divino no es cambiante ni está regido por una psique susceptible de afectos. Eso sólo sería posible en seres vulnerables y débiles (capaces de ser dañados y de hacer daño). Es eso lo que descarta el epicureísmo, no así la piedad.
Agradecer las condiciones naturales de la vida, el placer, la convivencia justa y amistosa, es algo que se concilia bien con el temple satisfecho y contento de haber nacido con acceso a esos bienes. La piedad sería resultado de la serenidad y la confianza. El maestro fue en esto clarísimo con sus discípulos: lo divino es imagen de plenitud e inmortalidad, pues es lo que permanece siempre contento y sin daño. Un ejemplo de conducta, una imagen venerable y benéfica.
Eso es lo que son y han sido los dioses para Epíkouros y para sus discípulos.
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on 26 marzo 2009
at 5:54
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