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Sabiduría, Amistad: ¿cuál es el bien inmortal?
Los comentadores divergen sobre la cuestión de saber cuál de ambas (la sabiduría / la amistad) es un bien mortal y cuál, un bien inmortal. Ha habido bastante debate sobre la identificación de estos dos bienes. Mientras Arrighetti, Diano y Schmid entienden que la sabiduría es el único bien inmortal y el bien mortal es la amistad (la philía), Bailey, Bignone y Festugière consideran ésta el bien inmortal.
Citamos a continuación dos ejemplos de opiniones contrarias al respecto.
La primera: “C’est l’amitié qui est le bien immortel, du moins d’après Cicéron, De fin., II, 25, 80 […] De même Bailey… : l’amitié est un bien immortel en ce sens qu’elle confère un bonheur analogue à celui des dieux immortels » [Es la amistad el bien inmortal, al menos según se desprende de Cicerón De finibus, II, 25, 80 […] Incluso Bailey : la amistad es un bien inmortal en el sentido que concede una dicha análoga a la de los dioses inmortales] (Festugière, Épicure et ses dieux, p. 57).
La segunda: « Un mort n’est pas mais a été notre ami. La sagesse, au contraire, par la vérité qu’elle enveloppe, se fonde sur ce qui ne saurait périr […]. Toutefois, c’est dans l’amitié périssable que l’on jouit ensemble de la vérité impérissable » [Un muerto no perdura, aunque haya sido nuestro amigo. La sabiduría, al contrario, por la verdad que envuelve, se funda en algo que no muere (…) Sin embargo, es por la perecedera amistad que se disfruta en compañía de la verdad imperecedera] (M. Conche, Épicure: Lettres et Maximes, p. 267, n.2).
Para Pablo Oyarzún, entre la afirmación de la sabiduría inmortal y la aseveración que asocia la amistad a lo inmortal, parece más fiable la primera opinión. En ese sentido, la SV 10, de Metrodoro (Metródoros), es suficientemente explícita en cuanto a señalar cómo, a pesar de la mortalidad, “el hombre que alcanza la sabiduría por la reflexión de la naturaleza puede elevarse por encima de su condición para alcanzar lo infinito y lo eterno”, mientras Lucrecio (Lucretius) habla, por su parte, de cuando el maestro resume la sabiduría; o sea, de las palabras de Epíkouros como “las más dignas de inmortalidad que jamás ha habido” (De rerum natura, III, 13). Cf. también KD XXVIII, que confronta las cosas de duración infinita con aquéllas que tienen plazo limitado (términos físicamente acotados), refiriendo a las primeras la ciencia de la naturaleza (physiología), y a las segundas la amistad (philía), como medios esenciales y respectivos de procurarse la seguridad respecto de ellas.
En cuanto a nuestra interpretación, reconocemos que es posible defender una y otra tesis con interesantes puntos de apoyo. Ahora bien, advertimos que hay dos puntos cuestionables que presentan especial importancia para la cuestión. Los indicamos aquí como interrogantes: ¿acaso es necesario alcanzar la sabiduría –como base- para lograr el vínculo de amistad?, y ¿es el gozo de la eterna verdad el fin del perecedero vínculo de la amistad? Creemos que ambos enfoques caen en algo ajeno al espíritu epicúreo, al poner el acento en un sentido tradicional (bastante duro), por el cual se podrían dar inconfundiblemente los conceptos de sophía y philía.
La propuesta. Epíkouros se inclina por ligar philía e inmortalidad.
(Por otra parte,) si atendemos a la SV 78, Gnom., LXXVIII (ho gennaîos perì sophían kaì philían málista gígnetai ón esti thnetón agathón tò dè athánaton), observamos una estructura sintáctica típica de enumeración (tò de…), aunque la cópula (kaì) y la forma verbal (ón…) tienden a aunar ambos bienes. El hombre sensato, congénitamente bueno, se dedica de preferencia a lo que incluye la sabiduría y la amistad; entre ellas, hay un bien perecible (la sophía, identificable con la experiencia de un individuo) y hay otro bien, el cual incluso puede sobrepasar la muerte. Se trataría del segundo ingrediente de aquello a lo que se entrega el modelo epicúreo: la philía, a cuyo sólido vínculo –le es factible ser cultivado por el recuerdo y la gratitud, a partir de la memoria –sana, amorosa y alegre- (con su benéfico rito conmemorativo). Por cierto, hay un modo, para la comunidad de amigos, de conservar un bien que es fuente de placer, aun más allá de la muerte. Así, la amistad deviene un bien inmortal para aquellos de entre los sensibles seres, filosóficamente capaces de reconsiderar, mientras están vivos, el valor, la utilidad y la ventaja del vínculo, no obstante que el amigo ya no lo perciba.
Mención aparte merece la interpretación de Jean Bollack, quien traduce de la siguiente manera: “El hombre bien nacido deviene verdaderamente lo que es en la sabiduría y la amistad, que son, por una parte, un bien intelectual y, por otra parte, un bien inmortal. Tal traducción él la explica al leer “ho gennaîos perì sophían kaì philían málista gígnetai ón esti noetòn agathón tò dè athánaton” y dar a gígnetai un sentido fuerte, ya que interpreta que el hombre bien nacido -ho gennaîos- es el que ha solido devenir lo que es, por preferir ente todo (málista) la philosophía [para él, ella equivale a la hendíadis: philía-sophía]. Aunque compartimos con Bollack, la inclinación a pensar en relación conjunta la sophía y la philía, nos parece que el intento de discernir entre ambos elementos, a partir del carácter inteligible (noèton) de la primera, cede erróneamente a una perspectiva distante del epicureísmo. Op. cit., 233-234.
Citamos a continuación dos ejemplos de opiniones contrarias al respecto.
La primera: “C’est l’amitié qui est le bien immortel, du moins d’après Cicéron, De fin., II, 25, 80 […] De même Bailey… : l’amitié est un bien immortel en ce sens qu’elle confère un bonheur analogue à celui des dieux immortels » [Es la amistad el bien inmortal, al menos según se desprende de Cicerón De finibus, II, 25, 80 […] Incluso Bailey
La segunda: « Un mort n’est pas mais a été notre ami. La sagesse, au contraire, par la vérité qu’elle enveloppe, se fonde sur ce qui ne saurait périr […]. Toutefois, c’est dans l’amitié périssable que l’on jouit ensemble de la vérité impérissable » [Un muerto no perdura, aunque haya sido nuestro amigo. La sabiduría, al contrario, por la verdad que envuelve, se funda en algo que no muere (…) Sin embargo, es por la perecedera amistad que se disfruta en compañía de la verdad imperecedera] (M. Conche, Épicure: Lettres et Maximes, p. 267, n.2).
Para Pablo Oyarzún, entre la afirmación de la sabiduría inmortal y la aseveración que asocia la amistad a lo inmortal, parece más fiable la primera opinión. En ese sentido, la SV 10, de Metrodoro (Metródoros), es suficientemente explícita en cuanto a señalar cómo, a pesar de la mortalidad, “el hombre que alcanza la sabiduría por la reflexión de la naturaleza puede elevarse por encima de su condición para alcanzar lo infinito y lo eterno”, mientras Lucrecio (Lucretius) habla, por su parte, de cuando el maestro resume la sabiduría; o sea, de las palabras de Epíkouros como “las más dignas de inmortalidad que jamás ha habido” (De rerum natura, III, 13). Cf. también KD XXVIII, que confronta las cosas de duración infinita con aquéllas que tienen plazo limitado (términos físicamente acotados), refiriendo a las primeras la ciencia de la naturaleza (physiología), y a las segundas la amistad (philía), como medios esenciales y respectivos de procurarse la seguridad respecto de ellas.
En cuanto a nuestra interpretación, reconocemos que es posible defender una y otra tesis con interesantes puntos de apoyo. Ahora bien, advertimos que hay dos puntos cuestionables que presentan especial importancia para la cuestión. Los indicamos aquí como interrogantes: ¿acaso es necesario alcanzar la sabiduría –como base- para lograr el vínculo de amistad?, y ¿es el gozo de la eterna verdad el fin del perecedero vínculo de la amistad? Creemos que ambos enfoques caen en algo ajeno al espíritu epicúreo, al poner el acento en un sentido tradicional (bastante duro), por el cual se podrían dar inconfundiblemente los conceptos de sophía y philía.
La propuesta. Epíkouros se inclina por ligar philía e inmortalidad.
(Por otra parte,) si atendemos a la SV 78, Gnom., LXXVIII (ho gennaîos perì sophían kaì philían málista gígnetai ón esti thnetón agathón tò dè athánaton), observamos una estructura sintáctica típica de enumeración (tò de…), aunque la cópula (kaì) y la forma verbal (ón…) tienden a aunar ambos bienes. El hombre sensato, congénitamente bueno, se dedica de preferencia a lo que incluye la sabiduría y la amistad; entre ellas, hay un bien perecible (la sophía, identificable con la experiencia de un individuo) y hay otro bien, el cual incluso puede sobrepasar la muerte. Se trataría del segundo ingrediente de aquello a lo que se entrega el modelo epicúreo: la philía, a cuyo sólido vínculo –le es factible ser cultivado por el recuerdo y la gratitud, a partir de la memoria –sana, amorosa y alegre- (con su benéfico rito conmemorativo). Por cierto, hay un modo, para la comunidad de amigos, de conservar un bien que es fuente de placer, aun más allá de la muerte. Así, la amistad deviene un bien inmortal para aquellos de entre los sensibles seres, filosóficamente capaces de reconsiderar, mientras están vivos, el valor, la utilidad y la ventaja del vínculo, no obstante que el amigo ya no lo perciba.
Mención aparte merece la interpretación de Jean Bollack, quien traduce de la siguiente manera: “El hombre bien nacido deviene verdaderamente lo que es en la sabiduría y la amistad, que son, por una parte, un bien intelectual y, por otra parte, un bien inmortal. Tal traducción él la explica al leer “ho gennaîos perì sophían kaì philían málista gígnetai ón esti noetòn agathón tò dè athánaton” y dar a gígnetai un sentido fuerte, ya que interpreta que el hombre bien nacido -ho gennaîos- es el que ha solido devenir lo que es, por preferir ente todo (málista) la philosophía [para él, ella equivale a la hendíadis: philía-sophía]. Aunque compartimos con Bollack, la inclinación a pensar en relación conjunta la sophía y la philía, nos parece que el intento de discernir entre ambos elementos, a partir del carácter inteligible (noèton) de la primera, cede erróneamente a una perspectiva distante del epicureísmo. Op. cit., 233-234.
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on 29 marzo 2009
at 7:43
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