Philía epicúrea. Preludio 21

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2.5. Otras fuentes

Para finalizar esta revisión de los textos relativos a la amistad, presentaremos una serie de fragmentos que se conservaron a partir de diversas fuentes. En primer lugar, conviene prestar atención a un par de trozos que aparecen en la obra del crítico moralista Plutarco -Ploútarkhos- y tratan de prácticas habituales entre quienes conformaban la comunidad de amigos. Se trata de los siguientes escritos:
“Apoderado por una especie de devoción religiosa a partir de los que conversábamos en ese momento, te asaltó de pronto, Colotes -Kolotes-, un deseo sobrenatural de lanzarte a mis rodillas, de abrazarlas y de entregarte a las prácticas usuales de la veneración, rindiéndome honores como a una divinidad y repitiendo las convenientes oraciones para ello. Por mi parte, continúa Epíkouros, he visto en ti un ser sagrado, y en gratitud a tu devoto gesto, te he rendido culto” (Plutarco, Contra Colotes[1]).

“Envíanos, por favor, las primicias de tus ofrendas para el cuidado de nuestra sagrada vida; envíalas en tu nombre y en el nombre de tu progenie. Es en estos términos que mi entusiasmo me exhorta a invocarte” (Plutarco, Contra Colotes[2]).

Hay, pues, un culto de la amistad y una efectiva veneración del amigo o de la amiga. Este dato es de gran importancia, pues marca la vinculación entre la gratitud de la amistad y la gratitud de la piedad. Se conectan en la doctrina epicúrea el trato fiel a los seres queridos y los devotos ritos de gratitud en reconocimiento de lo sagrado. En lo sagrado, por cierto, están los elementos de la piedad: esperanza, promesa y veneración (pues la piedad es esperar lo que amaremos, venerar lo que amamos y prometer que seremos fieles a lo que hemos amado). Así se testimonia la buena fe de la amistad[3]. La philía, en efecto, obedece al modelo de lo divino (tò theón). Cada lazo de amistad es sobre todo una consagración del afecto y la confianza[4]. En este sentido, la llamada “teología epicúrea” nos parece principalmente un uso comunitario de la piedad (eusébeia), o sea, la plena práctica, entre los seres humanos, de amistad (philía) y gratitud (kháris)[5].

Por otro lado, cabe destacar que la amistad señala un límite opuesto al aislamiento humano y sirve como el fundamental estímulo de la convivencia. La amistad, en suma, es un medio excepcional de transfigurar la solitaria carencia en afecto común. El afecto y la afinidad, de ese modo, procuran la instancia comunicativa del individuo. Su cultivo es el desarrollo de la comunicación; su efectiva consecución, la dehiscencia de una fructífera comunión emotiva.

Ciertamente, el amigo es, en primer lugar, “un refugio contra la soledad”[6], en medio de ese ámbito incierto, dominado por la lucha competitiva de todos contra todos, que es la sociedad humana. Por tal motivo, es que el hedonismo de raigambre epicúrea exhortaba a la relevante ponderación de la compañía[7]. Como ejemplo, tomemos el siguiente fragmento:
“Es necesario, antes que ver qué comes y bebes, ver con quiénes comes y bebes, porque desprovisto de un amigo, la vida es un devorarse de leones y lobos” (fr. Us. 542[8]).
Fundamental ingrediente de la ascética y la dietética de Epíkouros, el ser que es afín y acompaña resulta una indispensable condición para que sea posible el medio[9] en que surge el máximo disfrute (de las necesidades básicas). Así pues, sazón del deleite es la experiencia del placer en la amistad. Como complemento a lo anterior, se agrega que el maestro, quien en varias oportunidades muestra desdén hacia la aprobación del vulgo[10], busca en sus escritos el cordial asentimiento de sus amigos. Dentro de este marco es que el maestro escribe a uno de sus discípulos: “esto no lo digo para la mayoría, sino para ti: pues somos el uno para el otro un teatro suficiente” (fr. 208 Us.). La filosofía epicúrea se comunica, especialmente, en el marco afectuoso. Lo muestran ya los propedéuticos epítomes dirigidos a los aprendices, presentes en las cartas del hedonista de Samos, plenas de cuidado y claridad. Prácticamente, la transmisión de la filosofía y la comunicación de la amistad son una, tal como aparece recogido en las diversas epístolas. Por otra parte, el diálogo y la correspondencia entre amigos se orientan, ante todo, a un fin común: compartir el saber acerca de las condiciones de la felicidad. La obra rica en densidad y sabiduría que caracteriza al epicureísmo es ella misma resultado de la práctica de una filosofía de la amistad. Tal es nuestra tesis, al examinar el valor de la philía en la doctrina.

Finalmente, queda recordar que el culto de la amistad fue practicado por el propio Maestro y sus adeptos ejemplarmente[11]. Cicerón -Cicero-, en consecuencia, testimonia que Epíkouros “elevó la amistad hasta el cielo con su glorificación”, y “no sólo de palabra, sino que la afirmó mucho más con sus actos, sus hábitos y su vida” (fr. 539 Us.)[12].


[1] Cf. Plutarque, Contre Colotès, 17, citado por J. Brun, Épicure et les Épicuriens, P.U.F.
[2] Cf. Plutarque, Contre Colotès, 18, citado por J. Brun, Épicure et les Épicuriens, P.U.F.

[3] Es esto también lo que quiere decir el término griego “euelpistía” que aparece en SV 39 (GV XXXIX).

[4] De ahí también que la SV 52 (GV LII) remarque que la philía nos invita a practicar comunitariamente un culto y disfrutar del deleitante mensaje de una sabiduría (sophía). Se trata, según creemos, de la asunción de la filosofía de la amistad.

[5] Aunque la concepción de lo divino (tò theón) será objeto de otro capítulo, conviene advertir que de acuerdo con nuestra interpretación, la creencia en los dioses y la práctica de la piedad, por parte de los epicúreos, corresponde a una sabiduría (sophía) que ama (phileî) y agradece (kháris ékhei) suficientemente la propia naturaleza (phýsis).
[6] Cf. García Gual, Carlos, Epicuro, Alianza editorial, Madrid, 1985, p. 214.

[7] De tal manera, “Dime de quién te acompañas y te diré cómo vives” pareciera ser un lema aplicable a la ética epicúrea.

[8] Este fragmento está, a su vez, citado en Séneca, Epist., 19, 10.

[9] Se trata, justamente, de hacer posible un medio en que no haya vacío y se minimice la incertidumbre, mientras se maximiza la contención y la afinidad en las relaciones. Creemos que el modelo es la física atomística: cada individuo –como cada átomo- intenta dar con vinculaciones que procuren la mayor duración posible y para eso, es precisa la afinidad (symphyeîn) en la configuración de los enlaces.

[10] En este sentido, pueden cotejarse las SV 29 y 81, además del fr. 224 Us.
[11] Cf. García Gual, C., Epicuro, Alianza editorial, Madrid, 1985, p. 215.
[12] Cf. Diógenes Laercio, X, 9: “hay bastantes testimonios de su increíble ecuanimidad hacia todos: su patría, la cual lo honró con veinte monumentos de bronces, todos sus amigos, tan numerosos que ciudades enteras no alcanzarían a albergarlos, y sus discípulos, que se mantuvieron fieles a su doctrina […], también la continua sucesión de su escuela, la única que ha subsistido, mientras todas las otras ya se cerraron, puesto que siempre hubo incontables discípulos para sucederse los unos a los otros. Así pues, aun hoy se reconoce su filial afecto, su equitativa beneficencia hacia sus hermanos, su afabilidad hacia los siervos, puesta en evidencia en su testamento y por el hecho de que admitió en su enseñanza filosófica a su criado Mus […]”. En síntesis, él fue un amigo para todos los hombres ”.

This entry was posted on 07 abril 2009 at 7:20 . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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