***
Una propuesta: la inversión del platonismo (Umdrehung des Platonismus). Deleuze señala la radical operación nietzscheana al respecto: acorralar el motivo de Platón. Deleuze sugiere la más fecunda afirmación nietzscheana: el caos dionisiaco al que refiere el eterno retorno (Die ewige Wiederkehr des Gleichen) opuesto al valor cielo intangible sobre tierra aparente –como voluntad de crearse aquí-. El eterno retornar es tal vez del simulacro (lo diferente en el seno de las interpretaciones instantáneas). Acaso sea posible una lectura inusual del término das Gleiche –literalmente “lo igual” o “lo mismo”-.
Yo destaco la afirmación y la levedad como efectos del punctum que se dice instans (por su inmanencia) o momentum (por su condensación de memoria) y le asocio cualidades: cada instante nunca es menos que cualquier otro (basta de la nostalgia pesimista) y cada momento es diferente por toda la eternidad (similar es la responsabilidad por cada uno de los instantes).
Encuentro dos puntos susceptibles de hallar en lo epicúreo de Lucrecio: el devenir de lo real es inmanente como naturaleza (natura en latín), el fruto de la restauración de la memoria que sabe de los límites y de lo infinito (philosophia, rerum natura ratio, en latín)
El primer problema desde esta afirmación nietzscheana: ¿hay algo semejante en la perspectiva que vuelve a lo epicúreo?
Primera tesis:
Hay tres propuestas máximamente intensas que pueden leerse como contrapuntum de la platónica idea del cielo (divino, ordenado, bueno, inmaterial, alma). Tales propuestas son: clinamen (concepto de Lucrecio); conatus (concepto de Spinoza); Der Wille zur Macht (concepto de Nietzsche). Desarrollo ahora el primero de tales conceptos.
Tesis: lo epicúreo no es inversión del platonismo (objetivo que queda sugerido por Nietzsche, desde él), sino lo opuesto -y hasta lo hostil- a lo platónico.
Deleuze ha escrito: el motivo de la teoría de las ideas es distinguir oposiciones –cielo/tierra, intelecto/sentidos, alma/cuerpo, ser/apariencia (¿no es esto recurrente en los ánimos beligerantes? De Heráclito a Cristo, de San Agustín a Tomás de Aquino, de Marx a Onfray, se cae en esta grave “lógica dramática” (incapaz de reír por las confusiones), tan dada a indicar a un culpable, a proponerse como excepción y en obstinarse en reducir a quien le impide unificar las fuerzas).
Epicuro fue, respecto a sus adversarios, indiferente –y esto es extraordinario aun en nuestra época-. Los cristianos, Cicerón o Plutarco le hubieran parecido “demagogos beligerantes”. Lo epicúreo, por así llamarlo, prefiere la a veces distancia eremítica a los calores de las inflamables masas. Un dicho ilustrativo, en este punto, es el de Emil Cioran: “nadie citaría nunca a Epicuro para hacer una arenga en los frentes de batalla”. La lucidez de lo epicúreo, más bien, desarma. Por sobre cualquier apasionamiento, lo epicúreo pone de relieve una desapegada contemplación desde el saber de la inmanencia (tal es la mirada filosófica, cuya característica es un páthos de distancia) como cualidad principal de la infinita variabilidad de la naturaleza.
El modelo admirable e inalcanzable de una ética con gran influencia de lo epicúreo: la independencia, el placer y la inalterable indiferencia del ser divino. Recordarlo.
Pero el punto de vista epicúreo parte de lo evidente a los sentidos: soy un cuerpo animado, pensante, en interrelación, con necesidad de variar, en búsqueda de placer y de seguridad, alterable, susceptible de errores, daños y restauración, solícito de provechos, finito. Vano sería quedarse en la oposición con los hostiles. El epicúreo no peleó en el combate que emprendió el platónico.
Platón propone en El político: el político (filósofo en un sentido platónico) es “el pastor de hombres”.
Epicuro es tal vez el más displicente de los filósofos ante posibles beligerancias. Cualquiera que llega a formarse como epicúreo deviene impasible ante las contiendas. No por nada el epicúreo es poco dado a defenderse de sus aquilatados “enemigos” y de sus hogueras.
Epicuro desprecia a las multitudes, promueve el apartarse de las masas, se aleja de las contiendas y de los debates; Lucrecio muere sin defenderse, luego de preservarse como desconocido para el futuro; Virgilio pide, al morir, que quemen su obra; Alberto Caeiro rechaza llamarse el “pastor de hombres” y prefiere ser un simple pastor real… La mayor defensa contra los ansiosos de fama, dinero o poder es la completa indiferencia que sonríe y pasa.
De Epicuro (dictum característico del naturalismo): “yo, al menos, preferiría proclamar con sinceridad, investigando la naturaleza (parresíai gàr égoge khrómenos physiológoi khresmoideîn… mâllon àn bouloímen), lo conveniente para todos los humanos (tà symphéronta pâsin anthrópois), aun si nadie fuera a comprenderme (kàn medies méllei synésein), que prestar conformidad a las vanas opiniones (è synkatatithémenos taîs dóxais karpoûsthai tòn pyknòn parapíptonta) y cosechar el cerrado aplauso proveniente del vulgo (parà tôn pollôn épainon)” (SV 29).
Preferir estudiar lo real y hablar con franqueza conforme a ello: antes que cultivar lo accesorio y lograr el elogio de muchos. Valor del “naturalista” epicúreo.
El epicúreo conjetura o infiere con el límite del testimonio de los sentidos. El clinamen sólo podría ser invalidado por la total regularidad o por una intervención sobrenatural (el destino o el milagro). Lo inexpugnable del destino y el terror por el castigo divino son las mayores fuentes de ansiedad para el epicúreo. El clinamen es el elemento físico originario que permite articular una propuesta que no deja lugar para el primero de esos temores: nada hay que regule los átomos en el vacío sino su libre juego de contactos, sus composiciones y descomposiciones. En el minimum del movimiento no hay determinación del átomo, por eso varía antes que seguir su desplazamiento. El clinamen es la tesis que lleva hasta las últimas consecuencias la afirmación de la inmanencia. (La otra fuente de terror: el castigo por los dioses descontentos que daña eternamente: eso es lo que rechaza el conjunto de las tesis que conforman el tetraphármakon epicúreo).
La tesis del clinamen es, desde este enfoque, el complemento perfecto para: negar el terror al castigo eterno sobrenatural y la fatídica necesidad/afirmar lo inmanente de la vida en el seno de la naturaleza y la lucidez respecto al concepto de “lo divino”.
Deleuze insiste en el punto siguiente: la finalidad de la división no es, en modo alguno, dividir un género en especies, sino seleccionar linajes: distinguir lo puro y lo impuro, lo auténtico y lo inauténtico. ¿No se parecen en esto el idealista y el racista, el partidista y el sexista?
Epicuro instituye una “comunidad” de los que se procuran mutuamente placer y se abstiene de aludir a los otros (sino para expresar la indiferencia). La paz (o pax entre los romanos) es quizá un invento epicúreo, un fruto de la impasible seguridad sin ambición beligerante. La paz como proyección del jardín (del képos de Epíkouros a la pax de Lucretius).
¿Qué hay de incierto en el clinamen y en los simulacra que hace posible el error?
Encuentro dos puntos susceptibles de hallar en lo epicúreo de Lucrecio: el devenir de lo real es inmanente como naturaleza (natura en latín), el fruto de la restauración de la memoria que sabe de los límites y de lo infinito (philosophia, rerum natura ratio, en latín)
El primer problema desde esta afirmación nietzscheana: ¿hay algo semejante en la perspectiva que vuelve a lo epicúreo?
Primera tesis:
Hay tres propuestas máximamente intensas que pueden leerse como contrapuntum de la platónica idea del cielo (divino, ordenado, bueno, inmaterial, alma). Tales propuestas son: clinamen (concepto de Lucrecio); conatus (concepto de Spinoza); Der Wille zur Macht (concepto de Nietzsche). Desarrollo ahora el primero de tales conceptos.
Tesis: lo epicúreo no es inversión del platonismo (objetivo que queda sugerido por Nietzsche, desde él), sino lo opuesto -y hasta lo hostil- a lo platónico.
Deleuze ha escrito: el motivo de la teoría de las ideas es distinguir oposiciones –cielo/tierra, intelecto/sentidos, alma/cuerpo, ser/apariencia (¿no es esto recurrente en los ánimos beligerantes? De Heráclito a Cristo, de San Agustín a Tomás de Aquino, de Marx a Onfray, se cae en esta grave “lógica dramática” (incapaz de reír por las confusiones), tan dada a indicar a un culpable, a proponerse como excepción y en obstinarse en reducir a quien le impide unificar las fuerzas).
Epicuro fue, respecto a sus adversarios, indiferente –y esto es extraordinario aun en nuestra época-. Los cristianos, Cicerón o Plutarco le hubieran parecido “demagogos beligerantes”. Lo epicúreo, por así llamarlo, prefiere la a veces distancia eremítica a los calores de las inflamables masas. Un dicho ilustrativo, en este punto, es el de Emil Cioran: “nadie citaría nunca a Epicuro para hacer una arenga en los frentes de batalla”. La lucidez de lo epicúreo, más bien, desarma. Por sobre cualquier apasionamiento, lo epicúreo pone de relieve una desapegada contemplación desde el saber de la inmanencia (tal es la mirada filosófica, cuya característica es un páthos de distancia) como cualidad principal de la infinita variabilidad de la naturaleza.
El modelo admirable e inalcanzable de una ética con gran influencia de lo epicúreo: la independencia, el placer y la inalterable indiferencia del ser divino. Recordarlo.
Pero el punto de vista epicúreo parte de lo evidente a los sentidos: soy un cuerpo animado, pensante, en interrelación, con necesidad de variar, en búsqueda de placer y de seguridad, alterable, susceptible de errores, daños y restauración, solícito de provechos, finito. Vano sería quedarse en la oposición con los hostiles. El epicúreo no peleó en el combate que emprendió el platónico.
Platón propone en El político: el político (filósofo en un sentido platónico) es “el pastor de hombres”.
Epicuro es tal vez el más displicente de los filósofos ante posibles beligerancias. Cualquiera que llega a formarse como epicúreo deviene impasible ante las contiendas. No por nada el epicúreo es poco dado a defenderse de sus aquilatados “enemigos” y de sus hogueras.
Epicuro desprecia a las multitudes, promueve el apartarse de las masas, se aleja de las contiendas y de los debates; Lucrecio muere sin defenderse, luego de preservarse como desconocido para el futuro; Virgilio pide, al morir, que quemen su obra; Alberto Caeiro rechaza llamarse el “pastor de hombres” y prefiere ser un simple pastor real… La mayor defensa contra los ansiosos de fama, dinero o poder es la completa indiferencia que sonríe y pasa.
De Epicuro (dictum característico del naturalismo): “yo, al menos, preferiría proclamar con sinceridad, investigando la naturaleza (parresíai gàr égoge khrómenos physiológoi khresmoideîn… mâllon àn bouloímen), lo conveniente para todos los humanos (tà symphéronta pâsin anthrópois), aun si nadie fuera a comprenderme (kàn medies méllei synésein), que prestar conformidad a las vanas opiniones (è synkatatithémenos taîs dóxais karpoûsthai tòn pyknòn parapíptonta) y cosechar el cerrado aplauso proveniente del vulgo (parà tôn pollôn épainon)” (SV 29).
Preferir estudiar lo real y hablar con franqueza conforme a ello: antes que cultivar lo accesorio y lograr el elogio de muchos. Valor del “naturalista” epicúreo.
El epicúreo conjetura o infiere con el límite del testimonio de los sentidos. El clinamen sólo podría ser invalidado por la total regularidad o por una intervención sobrenatural (el destino o el milagro). Lo inexpugnable del destino y el terror por el castigo divino son las mayores fuentes de ansiedad para el epicúreo. El clinamen es el elemento físico originario que permite articular una propuesta que no deja lugar para el primero de esos temores: nada hay que regule los átomos en el vacío sino su libre juego de contactos, sus composiciones y descomposiciones. En el minimum del movimiento no hay determinación del átomo, por eso varía antes que seguir su desplazamiento. El clinamen es la tesis que lleva hasta las últimas consecuencias la afirmación de la inmanencia. (La otra fuente de terror: el castigo por los dioses descontentos que daña eternamente: eso es lo que rechaza el conjunto de las tesis que conforman el tetraphármakon epicúreo).
La tesis del clinamen es, desde este enfoque, el complemento perfecto para: negar el terror al castigo eterno sobrenatural y la fatídica necesidad/afirmar lo inmanente de la vida en el seno de la naturaleza y la lucidez respecto al concepto de “lo divino”.
Deleuze insiste en el punto siguiente: la finalidad de la división
Epicuro instituye una “comunidad” de los que se procuran mutuamente placer y se abstiene de aludir a los otros (sino para expresar la indiferencia). La paz (o pax entre los romanos) es quizá un invento epicúreo, un fruto de la impasible seguridad sin ambición beligerante. La paz como proyección del jardín (del képos de Epíkouros a la pax de Lucretius).
¿Qué hay de incierto en el clinamen y en los simulacra que hace posible el error?
Revisar la conferencia de Moutsopoulos.
Interpretaciones, crítica, criterio, sensaciones, simulacros, persistencia. Pensar es, en parte, notar diferencias semejantes, semejanzas diferentes. Dictum epicúreo: en el origen (lógico) –ab origine-, diferentes principios: clinamen. (Ni causa única, ni creación, ni nada).
El clinamen es efecto natural de: infinito/inmanencia/irreductibles cuerpos/insubordinación/.
Clinamen. La libertas es un principium naturalis.
Efecto de las posiciones atómicas (por continuos choques): simulacros. Lo que capto: átomos, lo que distingo: simulacros. Nada hay constatable que no sea llamado “simulacro” (conjunto atómico captado al modo de un simulacrum).
Lucrecio: opuesto a lo platónico.
La díada verdad/error: oposición de Lucrecio: simulacrum (est) sensum.
La realidad (física) del simulacro: el agregado epicúreo a esa rara tradición opuesta a la dualidad modelo/copia (sistematizada como idéa/eídola).
Cada dato sensible es como un simulacrum (imagen desprendida).
Diferente semejanza: simulacrum. Dato de sensibilidad es real. Componemos simulacros.
(Caso de la impresión fotográfica, de la repercusión acústica, del gusto en la lengua, del conjunto de la información desde la hipodermis).
Lectura: “Lucrecio y el simulacro” en Lógica del sentido de Gilles Deleuze.
Deleuze destaca una doble determinación filosófica: el objeto especulativo (ciencia) – el objeto práctico (placer). (Scire, voluptas: podría leerse en latín: contra el timor –temor de dios y de muerte-, contra lo que exige el miedo reverencial: sumisión y abnegación): sophía y hedoné: en correlación. Esta determinación es la nuclear respecto a la filosofía (desligándose del cariz religioso). Lucretius pudo hacerlo, sólo después de Epicuro (el elogio es el reconocimiento de un punto de partida, de un límite: aspecto éste característico del quehacer epicúreo).
No está contra dios ni contra la muerte, el epicúreo, sino opuesto a la proyección pasional que altera a dios y a la muerte –por medio de fantasmas-. Contra los mitos de dios y de la muerte, contra lo que llamo “la ilusión instituida”. Si hay un concepto de “dios” y un concepto de “muerte” hay que determinarlos. Lo que podría llamarse un “nominalismo epicúreo”.
Naturaleza no es totalidad: primera dificultad.
Naturaleza: lo diverso que hay entre lo ilimitado y los límites. Lo infinito y los minima.
Infinito, átomos, variación atómica, contactos de átomos, vacío, pluralidad de mundos, indestructibles átomos: la hipótesis de lo diverso, de lo que recompone diferentes realidades. Naturaleza (natura en latín).
Deleuze: los productos de la naturaleza no son separables de una diversidad que le es esencial (diría: propia).
Se nos impone religiosamente reducir lo diverso a lo uno (lo infinito se reduce al ser, las notas sensibles a apariencias). ¿Cómo pensar lo diverso, o sea, cómo afirmar las consecuencias, yendo de los mínimos determinantes al indeterminable infinito? El átomo: concepto que apunta a la unidad mínima de lo real que es susceptible de pensamiento. El átomo es la gran hipótesis de la diversidad de lo real. Deleuze: pensar lo diverso es una tarea difícil en la que, según Lucrecio, todas las filosofías precedentes (a Epicuro) habían fracasado (para la crítica de las filosofías antecedentes, libro I; para los aspectos de lo diverso, libro II).
Lo diverso y el reconocimiento: lo que va del tipo a la irrepetible conjunción de notas sensibles (composición de imágenes). De ahí que se vaya de la sensación a la prolepsis, y de ésta a la proyección de imágenes por la mente –para determinar singularmente (lo que tiene duración instantánea)- y se vuelva desde la proyección a la prolepsis para determinar lo propio de un concepto (las únicas perdurables propiedades); volviendo a las notas sensibles (lo presente) para discernir veracidad. Las prolepsis permiten hablar verazmente de lo que varía (si bien conviene advertir que se trata de hablar en medios donde acontecen diversas variaciones).
Todo lo que no es átomo ni vacío (por lo que es compuesto de átomos y vacíos) es heterogéneo. Importante observación de Deleuze.
Las semejanzas: idas desde las notas sensibles a una prolepsis o vueltas desde accidentes que pasan a la prolepsis que incluye las propiedades que subsisten. Las semejanzas tienen lugar en la diversidad de las recomposiciones. Si bien, es posible aislar compuestos (“individuos”). Individuos = reconocibles.
Me gusta lo que apunta Deleuze:
No hay individuo que sea absolutamente idéntico a otro individuo; no hay ternero que no sea reconocible por su madre, no hay molusco ni grano de trigo que sean indiscernibles.
Justamente la heterogeneidad (de combinaciones) permite distinguir, es decir, reconocer. No olvidar: los individuos son los reconocibles. Los compuestos aislables, discernibles, se asemejan a átomos (inconfundibles). Se asemejan en notas, no son iguales o idénticos.
Lo diverso alude a lo inconfundible (cuyo modelo es el átomo). Lo diverso tampoco puede ser susceptible de confundirse o reunirse en un todo. “Salvar lo diverso” implica abstenerse de totalización.
Deleuze: la naturaleza (natura) ha de ser pensada como el principio de lo diverso y de su producción. Pero un principio de producción de lo diverso –la naturaleza- no tiene sentido salvo si no reúne sus propios elementos en un todo.
Lo infinito: lo imposible de determinar.
El pensamiento aumenta su intensidad, su alcance, disponiéndose a: lo infinito, lo persistente, lo diverso, lo indestructible, el mínimo, los límites.
La naturaleza –natura (o naturalis) de los naturalistas- es una suma infinita (que no cesa), una suma que no totaliza sus elementos.
El concepto phýsis (natura) no es un apelativo del Ser, del Todo o del Uno.
La naturaleza, como escribe Deleuze, no es atributiva. Porque el conjunto de la naturaleza no es algo acotado, es la conjunción infinita. Deleuze dice: “no se expresa como “es”, sino como…“y”+ “y”…
Hay distribución de sus partes sin total colección. No hay combinación capaz de abrazar todos los elementos de la naturaleza a la vez. No hay nunca un cuerpo que abarque todos los cuerpos. El vacío de infinita extensión y los átomos inconfundibles son garantía de lo diverso.
Deleuze: con Epicuro y Lucrecio comienzan los verdaderos actos de nobleza del pluralismo en filosofía.
Ser, Uno, Todo: lo que no tiene brecha, lo que determina y controla las variaciones (también controla los límites y lo infinito). Pasar los límites naturales (milagro de lo sobrenatural) y reducir lo infinito (la sumisión de la naturaleza a una persona): los hitos de la superstición religiosa.
Crítica epicúrea a sus antecesores en cuanto a descripción de la naturaleza (falsa filosofía):
La naturaleza es precisamente la potencia, pero potencia en nombre de la cual las cosas existen una a una, sin posibilidad de asemejarse todas a la vez, ni de unificarse en una combinación que las expresara íntegramente de una vez. Natura rerum: potencia de lo diverso.
Lo que Lucrecio reprocha a sus predecesores de Epicuro: haber creído en el Ser, en el Uno, en el Todo. Estos conceptos son, según Deleuze, las manías del espíritu, las formas especulativas de la fatalidad, las formas teológicas de una falsa filosofía.
Quizá sólo identificando el espíritu al dios que discrimina lo diverso –por la colección de todo y por la distinción de lo puro- se podía atribuir uno el sentimiento que conquista la eternidad y la potencia.
“Sólo dios sabe” es poner la potencia afuera (y querer seguir otra voluntad).
¿Acaso “voluntad de potencia” es querer que sea la potencia incesante afirmación de lo diverso? Al modo de una voluntad (Wille): potencia insubordinable: despliegue infinito de potencia (Macht): naturaleza –natura-, el gran concepto opuesto a “lo Uno”.
El pensamiento depende de cómo se proyecta lo pensado: como unidad o como naturaleza (infinito despliegue de la potencia: recomposición atómica que se percibe como emergencia de nuevos cuerpos –phýsis/natura-).
Eterno medio de incesantes variaciones. Lo que se ha llamado “devenir” es naturaleza.
De paso, para tener en cuenta:
El vacío no es convertible en cuerpo y el átomo no es reductible a vacío. Como hay vacío, siempre lo hubo (pues no puede derivar de cuerpos el vacío). El todo, como el Ser y el Uno: rechazo del vacío. El vacío es limitado (o acotado) por átomos; si no, sólo habría vacío. No puede haber finitos átomos e infinito vacío ni un vacío finito con infinitos átomos. Si no hay infinitud de átomos y de vacío, no habría infinitud alguna.
Medio y componentes de cuerpos (reales). “Vacío” (tò kenón) y “átomos (átomoi)”. Vacío: ámbito de movimientos, falta de resistencia, inmaterialidad, extensión nunca determinable (infinita).
Solidez: lo máximamente denso y lo que carece de materialidad: términos de la naturaleza (ninguno puede diluirse o destruirse).
Átomo no es cierta unidad química (menor que un quark y mayor que una molécula), sino que es un concepto fisiológico (la mínima unidad pensable, la cual es semoviente y combinable; el máximo de densidad material: donde nunca cabe vacío).
El desarrollo epicúreo: una lógica (especulativa) de la física.
Lógica de lo manifiesto (de lo ádelon en griego).
El criterio es lo evidente (en griego: enargés) a los sentidos (límite de distinción). Propósito epicúreo: de lo manifiesto: sensibilidad placentera (hedoné decía Epíkouros); de lo no manifiesto: evitar el miedo (aphobía decía el precursor).
Deleuze opone lo uno y lo diverso.
No se engendra lo diverso a partir de lo uno sino suponiendo que cualquier cosa (res) puede nacer de cualquier cosa; por tanto, suponiendo que algo nace de nada.
El naturalismo propone la pluralidad de seres y el vacío acotado aunque de infinita expansión.
Lo contrario al naturalismo opta por decir “el ser es nada” o “hay nada en el ser” antes que aceptar la tesis siguiente: existen seres y vacío, seres simples en el medio vacío y vacío en los seres compuestos (crítica de Lucrecio a sus predecesores).
La incesante naturaleza no pone el acento en los “entes”, en la identidad, en la nada, en la unidad. Los metafísicos sustituyen lo diverso por el ser uno que abarca una totalidad de la que nada escapa. La ley del uno es lo que controla lo abarcado por el todo.
Naturalismo. Ni unidad ni identidad; composiciones diferentes, semejanzas en la recomposición, variaciones. Hay: “conexiones, densidades, choques, encuentros y movimientos, gracias a los cuales se forma toda cosa (natura rerum)” (libro I, RN).
El naturalismo pareciera caracterizarse por afirmar la nobleza de lo natural (variaciones y recomposiciones atómicas en el vacío; nada surge de nada, nada se disuelve en nada).
El naturalismo no deja lugar para el miedo a la nada (pues “nada” es un vocablo que alude simplemente a: 1. la falta de resistencia, 2. la carencia de sensibilidad).
La determinación por una nada que se supone sensible y nociva: un aspecto del nihilismo que es anticipado por los naturalistas epicúreos.
Por otra parte, no hay por qué temer repetidamente el daño ciando no hay responsable (los epicúreos niegan: la diosa fortuna, el dios intervencionista, el fatídico destino, la invariable repetición de lo inconsciente…). Lo irresponsable es cuestión de física y no de ética.
Conviene distinguir de modo suficiente las prolepsis y los conceptos de: fortuna, dios, destino, inconsciente.
Fantasías, fantasmas, imágenes erróneas (suscitadas o no por lenguaje): la ilusión.
Es necesaria una alteración prolongada para que las fantasías procuren placer. Esa ficción produce una distorsión de la sensibilidad respecto a los tiempos propios de las percepciones (he ahí lo nocivo). El uso sostenido de ficciones puede llevar a desatender el instante y lo inmanente.
Tiempo: -Inferior al mínimo del pensamiento
-Mínimo del pensamiento
-Inferior al mínimo sensible
-Mínimo sensible
-Lo que ya se presenta
El cuerpo (que es organismo psicosomático) capta lo que se manifiesta a los sentidos en su tiempo correspondiente, acotado (nunc para Lucretius). Afecta al cuerpo la repetida prolongación de los datos a partir de operaciones fantásticas. El vaciamiento del instante. La percepción “vaga sin resistencia, sin límite (al desatender su momento)”.
Sueños con muertos, fenómenos sobrenaturales, composiciones de imágenes excitantes, delirios voluntarios: eso genera trastornos de percepción (reincide en un recuerdo postergando lo presente, olvida la física y proyecta en la naturaleza una tendencia moral a acusar, controlar, dominar o sancionar. La ilusión es lo que conviene desmitificar. He ahí un objetivo epicúreo (o naturalista).
El epicúreo es brutal en su ejercicio de análisis en vistas a la desmitificación. Analiza datos (canónica), derivaciones (lógica), infinitos (física), responsabilidad (ética).
El epicúreo, respecto a los datos sensibles, puede relatar como un escéptico incluso. Pero no suspende las sensaciones ni rechaza lo no manifiesto cuando no es ilógico.
Gilles Deleuze plantea: ¿cómo impedir la ilusión sino por la distinción rigurosa del verdadero infinito y de la justa apreciación de los tiempos encajados unos en otros, con los pasos al límite que implican? Tal es –dice- el sentido del naturalismo.
Interpretaciones, crítica, criterio, sensaciones, simulacros, persistencia. Pensar es, en parte, notar diferencias semejantes, semejanzas diferentes. Dictum epicúreo: en el origen (lógico) –ab origine-, diferentes principios: clinamen. (Ni causa única, ni creación, ni nada).
El clinamen es efecto natural de: infinito/inmanencia/irreductibles cuerpos/insubordinación/.
Clinamen. La libertas es un principium naturalis.
Efecto de las posiciones atómicas (por continuos choques): simulacros. Lo que capto: átomos, lo que distingo: simulacros. Nada hay constatable que no sea llamado “simulacro” (conjunto atómico captado al modo de un simulacrum).
Lucrecio: opuesto a lo platónico.
La díada verdad/error: oposición de Lucrecio: simulacrum (est) sensum.
La realidad (física) del simulacro: el agregado epicúreo a esa rara tradición opuesta a la dualidad modelo/copia (sistematizada como idéa/eídola).
Cada dato sensible es como un simulacrum (imagen desprendida).
Diferente semejanza: simulacrum. Dato de sensibilidad es real. Componemos simulacros.
(Caso de la impresión fotográfica, de la repercusión acústica, del gusto en la lengua, del conjunto de la información desde la hipodermis).
Lectura: “Lucrecio y el simulacro” en Lógica del sentido de Gilles Deleuze.
Deleuze destaca una doble determinación filosófica: el objeto especulativo (ciencia) – el objeto práctico (placer). (Scire, voluptas: podría leerse en latín: contra el timor –temor de dios y de muerte-, contra lo que exige el miedo reverencial: sumisión y abnegación): sophía y hedoné: en correlación. Esta determinación es la nuclear respecto a la filosofía (desligándose del cariz religioso). Lucretius pudo hacerlo, sólo después de Epicuro (el elogio es el reconocimiento de un punto de partida, de un límite: aspecto éste característico del quehacer epicúreo).
No está contra dios ni contra la muerte, el epicúreo, sino opuesto a la proyección pasional que altera a dios y a la muerte –por medio de fantasmas-. Contra los mitos de dios y de la muerte, contra lo que llamo “la ilusión instituida”. Si hay un concepto de “dios” y un concepto de “muerte” hay que determinarlos. Lo que podría llamarse un “nominalismo epicúreo”.
Naturaleza no es totalidad: primera dificultad.
Naturaleza: lo diverso que hay entre lo ilimitado y los límites. Lo infinito y los minima.
Infinito, átomos, variación atómica, contactos de átomos, vacío, pluralidad de mundos, indestructibles átomos: la hipótesis de lo diverso, de lo que recompone diferentes realidades. Naturaleza (natura en latín).
Deleuze: los productos de la naturaleza no son separables de una diversidad que le es esencial (diría: propia).
Se nos impone religiosamente reducir lo diverso a lo uno (lo infinito se reduce al ser, las notas sensibles a apariencias). ¿Cómo pensar lo diverso, o sea, cómo afirmar las consecuencias, yendo de los mínimos determinantes al indeterminable infinito? El átomo: concepto que apunta a la unidad mínima de lo real que es susceptible de pensamiento. El átomo es la gran hipótesis de la diversidad de lo real. Deleuze: pensar lo diverso es una tarea difícil en la que, según Lucrecio, todas las filosofías precedentes (a Epicuro) habían fracasado (para la crítica de las filosofías antecedentes, libro I; para los aspectos de lo diverso, libro II).
Lo diverso y el reconocimiento: lo que va del tipo a la irrepetible conjunción de notas sensibles (composición de imágenes). De ahí que se vaya de la sensación a la prolepsis, y de ésta a la proyección de imágenes por la mente –para determinar singularmente (lo que tiene duración instantánea)- y se vuelva desde la proyección a la prolepsis para determinar lo propio de un concepto (las únicas perdurables propiedades); volviendo a las notas sensibles (lo presente) para discernir veracidad. Las prolepsis permiten hablar verazmente de lo que varía (si bien conviene advertir que se trata de hablar en medios donde acontecen diversas variaciones).
Todo lo que no es átomo ni vacío (por lo que es compuesto de átomos y vacíos) es heterogéneo. Importante observación de Deleuze.
Las semejanzas: idas desde las notas sensibles a una prolepsis o vueltas desde accidentes que pasan a la prolepsis que incluye las propiedades que subsisten. Las semejanzas tienen lugar en la diversidad de las recomposiciones. Si bien, es posible aislar compuestos (“individuos”). Individuos = reconocibles.
Me gusta lo que apunta Deleuze:
No hay individuo que sea absolutamente idéntico a otro individuo; no hay ternero que no sea reconocible por su madre, no hay molusco ni grano de trigo que sean indiscernibles.
Justamente la heterogeneidad (de combinaciones) permite distinguir, es decir, reconocer. No olvidar: los individuos son los reconocibles. Los compuestos aislables, discernibles, se asemejan a átomos (inconfundibles). Se asemejan en notas, no son iguales o idénticos.
Lo diverso alude a lo inconfundible (cuyo modelo es el átomo). Lo diverso tampoco puede ser susceptible de confundirse o reunirse en un todo. “Salvar lo diverso” implica abstenerse de totalización.
Deleuze: la naturaleza (natura) ha de ser pensada como el principio de lo diverso y de su producción. Pero un principio de producción de lo diverso –la naturaleza- no tiene sentido salvo si no reúne sus propios elementos en un todo.
Lo infinito: lo imposible de determinar.
El pensamiento aumenta su intensidad, su alcance, disponiéndose a: lo infinito, lo persistente, lo diverso, lo indestructible, el mínimo, los límites.
La naturaleza –natura (o naturalis) de los naturalistas- es una suma infinita (que no cesa), una suma que no totaliza sus elementos.
El concepto phýsis (natura) no es un apelativo del Ser, del Todo o del Uno.
La naturaleza, como escribe Deleuze, no es atributiva. Porque el conjunto de la naturaleza no es algo acotado, es la conjunción infinita. Deleuze dice: “no se expresa como “es”, sino como…“y”+ “y”…
Hay distribución de sus partes sin total colección. No hay combinación capaz de abrazar todos los elementos de la naturaleza a la vez. No hay nunca un cuerpo que abarque todos los cuerpos. El vacío de infinita extensión y los átomos inconfundibles son garantía de lo diverso.
Deleuze: con Epicuro y Lucrecio comienzan los verdaderos actos de nobleza del pluralismo en filosofía.
Ser, Uno, Todo: lo que no tiene brecha, lo que determina y controla las variaciones (también controla los límites y lo infinito). Pasar los límites naturales (milagro de lo sobrenatural) y reducir lo infinito (la sumisión de la naturaleza a una persona): los hitos de la superstición religiosa.
Crítica epicúrea a sus antecesores en cuanto a descripción de la naturaleza (falsa filosofía):
La naturaleza es precisamente la potencia, pero potencia en nombre de la cual las cosas existen una a una, sin posibilidad de asemejarse todas a la vez, ni de unificarse en una combinación que las expresara íntegramente de una vez. Natura rerum: potencia de lo diverso.
Lo que Lucrecio reprocha a sus predecesores de Epicuro: haber creído en el Ser, en el Uno, en el Todo. Estos conceptos son, según Deleuze, las manías del espíritu, las formas especulativas de la fatalidad, las formas teológicas de una falsa filosofía.
Quizá sólo identificando el espíritu al dios que discrimina lo diverso –por la colección de todo y por la distinción de lo puro- se podía atribuir uno el sentimiento que conquista la eternidad y la potencia.
“Sólo dios sabe” es poner la potencia afuera (y querer seguir otra voluntad).
¿Acaso “voluntad de potencia” es querer que sea la potencia incesante afirmación de lo diverso? Al modo de una voluntad (Wille): potencia insubordinable: despliegue infinito de potencia (Macht): naturaleza –natura-, el gran concepto opuesto a “lo Uno”.
El pensamiento depende de cómo se proyecta lo pensado: como unidad o como naturaleza (infinito despliegue de la potencia: recomposición atómica que se percibe como emergencia de nuevos cuerpos –phýsis/natura-).
Eterno medio de incesantes variaciones. Lo que se ha llamado “devenir” es naturaleza.
De paso, para tener en cuenta:
El vacío no es convertible en cuerpo y el átomo no es reductible a vacío. Como hay vacío, siempre lo hubo (pues no puede derivar de cuerpos el vacío). El todo, como el Ser y el Uno: rechazo del vacío. El vacío es limitado (o acotado) por átomos; si no, sólo habría vacío. No puede haber finitos átomos e infinito vacío ni un vacío finito con infinitos átomos. Si no hay infinitud de átomos y de vacío, no habría infinitud alguna.
Medio y componentes de cuerpos (reales). “Vacío” (tò kenón) y “átomos (átomoi)”. Vacío: ámbito de movimientos, falta de resistencia, inmaterialidad, extensión nunca determinable (infinita).
Solidez: lo máximamente denso y lo que carece de materialidad: términos de la naturaleza (ninguno puede diluirse o destruirse).
Átomo no es cierta unidad química (menor que un quark y mayor que una molécula), sino que es un concepto fisiológico (la mínima unidad pensable, la cual es semoviente y combinable; el máximo de densidad material: donde nunca cabe vacío).
El desarrollo epicúreo: una lógica (especulativa) de la física.
Lógica de lo manifiesto (de lo ádelon en griego).
El criterio es lo evidente (en griego: enargés) a los sentidos (límite de distinción). Propósito epicúreo: de lo manifiesto: sensibilidad placentera (hedoné decía Epíkouros); de lo no manifiesto: evitar el miedo (aphobía decía el precursor).
Deleuze opone lo uno y lo diverso.
No se engendra lo diverso a partir de lo uno sino suponiendo que cualquier cosa (res) puede nacer de cualquier cosa; por tanto, suponiendo que algo nace de nada.
El naturalismo propone la pluralidad de seres y el vacío acotado aunque de infinita expansión.
Lo contrario al naturalismo opta por decir “el ser es nada” o “hay nada en el ser” antes que aceptar la tesis siguiente: existen seres y vacío, seres simples en el medio vacío y vacío en los seres compuestos (crítica de Lucrecio a sus predecesores).
La incesante naturaleza no pone el acento en los “entes”, en la identidad, en la nada, en la unidad. Los metafísicos sustituyen lo diverso por el ser uno que abarca una totalidad de la que nada escapa. La ley del uno es lo que controla lo abarcado por el todo.
Naturalismo. Ni unidad ni identidad; composiciones diferentes, semejanzas en la recomposición, variaciones. Hay: “conexiones, densidades, choques, encuentros y movimientos, gracias a los cuales se forma toda cosa (natura rerum)” (libro I, RN).
El naturalismo pareciera caracterizarse por afirmar la nobleza de lo natural (variaciones y recomposiciones atómicas en el vacío; nada surge de nada, nada se disuelve en nada).
El naturalismo no deja lugar para el miedo a la nada (pues “nada” es un vocablo que alude simplemente a: 1. la falta de resistencia, 2. la carencia de sensibilidad).
La determinación por una nada que se supone sensible y nociva: un aspecto del nihilismo que es anticipado por los naturalistas epicúreos.
Por otra parte, no hay por qué temer repetidamente el daño ciando no hay responsable (los epicúreos niegan: la diosa fortuna, el dios intervencionista, el fatídico destino, la invariable repetición de lo inconsciente…). Lo irresponsable es cuestión de física y no de ética.
Conviene distinguir de modo suficiente las prolepsis y los conceptos de: fortuna, dios, destino, inconsciente.
Fantasías, fantasmas, imágenes erróneas (suscitadas o no por lenguaje): la ilusión.
Es necesaria una alteración prolongada para que las fantasías procuren placer. Esa ficción produce una distorsión de la sensibilidad respecto a los tiempos propios de las percepciones (he ahí lo nocivo). El uso sostenido de ficciones puede llevar a desatender el instante y lo inmanente.
Tiempo: -Inferior al mínimo del pensamiento
-Mínimo del pensamiento
-Inferior al mínimo sensible
-Mínimo sensible
-Lo que ya se presenta
El cuerpo (que es organismo psicosomático) capta lo que se manifiesta a los sentidos en su tiempo correspondiente, acotado (nunc para Lucretius). Afecta al cuerpo la repetida prolongación de los datos a partir de operaciones fantásticas. El vaciamiento del instante. La percepción “vaga sin resistencia, sin límite (al desatender su momento)”.
Sueños con muertos, fenómenos sobrenaturales, composiciones de imágenes excitantes, delirios voluntarios: eso genera trastornos de percepción (reincide en un recuerdo postergando lo presente, olvida la física y proyecta en la naturaleza una tendencia moral a acusar, controlar, dominar o sancionar. La ilusión es lo que conviene desmitificar. He ahí un objetivo epicúreo (o naturalista).
El epicúreo es brutal en su ejercicio de análisis en vistas a la desmitificación. Analiza datos (canónica), derivaciones (lógica), infinitos (física), responsabilidad (ética).
El epicúreo, respecto a los datos sensibles, puede relatar como un escéptico incluso. Pero no suspende las sensaciones ni rechaza lo no manifiesto cuando no es ilógico.
Gilles Deleuze plantea: ¿cómo impedir la ilusión sino por la distinción rigurosa del verdadero infinito y de la justa apreciación de los tiempos encajados unos en otros, con los pasos al límite que implican? Tal es –dice- el sentido del naturalismo.
This entry was posted
on 07 abril 2009
at 8:28
. You can follow any responses to this entry through the
comments feed
.