Psicología en la obra de Lucretius (enfoque epicúreo I)

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PSICOLOGÍA EN LA OBRA DE TITUS LUCRETIUS CARUS:

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A partir de elementos simples, hay composición y descomposición de diversos cuerpos. En tal marco de cosas, la natura está en constante renovación. Ese mismo poder de renovación es lo que la define.

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La renovación se basa en que el entrechoque de los elementos generadores persiste sin cesar. De los enlaces atómicos fundamentales se desprenden algunos cuerpos simples. Estos pueden conformar transitoriamente nuevos compuestos. Los infinitos átomos intercambian sus posiciones en el espacio infinito.

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También en la realidad manifiesta los cuerpos expelen otros cuerpos, realidades derivadas.
Muchas cosas emiten cuerpos, dispersos de modo libre, como las maderas emiten el humo, y los fuegos, el calor.

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Como cuando en verano dejan las cigarras sus delicadas capas, como cuando al nacer los terneros desprenden las membranas de lo más exterior de su cuerpo, y también como cuando la culebra se despoja de su piel entre espinas, pues a menudo vemos luego las zarzas adornadas con el despojo de ésta. Así todos los cuerpos compuestos emiten los llamados simulacra (lo que permite que veamos imágenes ligadas a su origen).

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Cada simulacrum: figura de origen. Como el molde de vaciado del cual se derivarán múltiples símiles.
Simulacrum no es copia. Hay compuesto atómico de origen, un lugar y simulacra que se transportan.
No hay imagen que se perciba que sea original y que no sea simulacrum (simulacro).

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Cada simulacrum es imagen; en cada caso: superficie, referencia original al cuerpo del cual es representación.

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Hay simulacra, o sea, múltiples símiles. Los símiles no consumen el cuerpo de origen; se transportan, salen de un lugar para llegar a otro (con lindes distintos, conforman otros medios), es decir, se hacen diferentes.

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Hay, pues, lo que llamamos simulacra de las realidades.
Los simulacra son membranas sutilísimas expelidas de la superficie más exterior de las cosas.
Los simulacra van de un lugar a otro por el contacto de los cuerpos.
Cada simulacrum: es lo que da a al animus el contacto con lo real: los simulacra, los data de los sentidos, los mismos que dan qué pensar a la mente. En tal sentido, la mente puede recibirlos y permanece accesible a ellos mientras vive.
Los simulacra se transportan por el espacio. El hecho de que haya infinito vacío hace posible la incesante aparición de nuevos simulacra.

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El nombre. La etimología de simulacrum. Vocablo derivado de simulare que significa: producir alguna realidad semejante –similis- (porque ningún cuerpo es idéntico a otro con un lugar y un medio distinto. Sólo hay símiles). En la obra de Cicero, simulacrum indicó la representación material de la idea. Lucretius, en cambio, quiso hacer notar que todo lo susceptible de representación es material, producto de las semillas de las cosas (rerum semina).

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Por los simulacra la natura es pluralidad, fecunda multiplicación y diversidad.

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Los simulacra son compuestos sutilísimos. Cada uno, por debajo del umbral de lo que es sensible para los humanos, se da en la dimensión de lo no manifiesto.


Algunos simulacra vagan por el vacío, hasta tocarse con otros cuerpos (a causa del roce, ellos se separan de manera necesaria de los enlaces de origen); otros, se desprenden espontáneamente. Estas membranas, componiendo formaciones, se ubican en el aire, puesto que el aire es medio apto para los simulacra. Toman posición entre el cuerpo que percibe y las cosas en su entorno. Fluyen hasta dar con cuerpos que sean capaces de incorporarlos.

Los simulacra se elevan a lo alto y se componen en variadas formas, a la manera de las nubes en el cielo se extienden con diversas figuras. Lucretius indica, como analogía, las habituales formas que se asocian a las figuras de las nubes en el cielo: “a menudo parece que vuelan rostros de Gigantes y arrastran su sombra en una gran extensión, a veces que grandes montes y piedras arrancadas de montes van y pasan delante del sol, luego que una bestia salvaje arrastra y guía otras nubes. Y disolviéndose no cesan de cambiar su aspecto y transformarse en contornos de figuras de todo tipo (IV, 137-143).

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Tal como las imágenes de los animales. También una tenue imagen debe desprenderse de la superficie más exterior de las cosas (de los cuerpos en general).
La cuestión planteada por Lucretius, al respecto, es la siguiente: por qué habría de darse que aquellos cuerpos (plumas, piel, membranas) caigan y se retiren, y que no lo hagan las superficies máximamente tenues, es algo que nadie podría aseverar en conformidad con los sentidos. Especialmente cuando hay en lo más exterior de las cosas muchos cuerpos diminutos que pueden arrojarse en el mismo orden en el que estuvieren y conservar la figura de la forma, y con mucha más rapidez, ya que pueden, siendo pocos, ser menos obstaculizados y están ellos situados en primera línea.

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Hay orden en la emisión de simulacra.
Olor, humo, calor y otras cosas semejantes rebosan dispersas desde las cosas, porque, mientras vienen de lo profundo habiendo surgido en el interior, se separan a través del acceso tortuoso y no hay salidas directas por donde se apresuren a salir. Pero, por el contrario, cuando se lanza la tenue membrana del color más exterior, nada hay que pueda desgarrarla, puesto que está en disposición situada en primera línea (sin más resistencia).

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Los cuerpos primordiales en los simulacra se entraman.
Una imagen para describir tal trama: una telaraña. La telaraña es delgadísima. Sin embargo, mucho más sutil es la trama de simulacra. La levedad de los simulacra -que se dan exclusivamente al pensamiento- es notoriamente mayor que la que los ojos perciben. Los simulacros que conforman el pensamiento penetran los mínimos poros del cuerpo animado y excitan el ánimo, provocando efectos variables en un máximo grado. No podemos percibir con la vista todo lo que pensamos.

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Muchísimos simulacros de cuerpos vagan de variada manera en todas direcciones y en múltiples lugares. Ellos se unen entre sí con suma facilidad en el medio o ámbito vacío.
La base: hay infinito número de átomos de igual figura.

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En breve tiempo se engendran muchos simulacra, de modo que con razón puede decirse rápido el origen de estas cosas. Y como en breve tiempo debe enviar muchos rayos el sol para que de continuo todo esté lleno de ellos, así de las cosas también de semejante manera es necesario que en un instante de tiempo se emitan muchos simulacra de cosas, de muchos modos, a todas partes por doquier, ya que adondequiera que dirigimos el espejo, las cosas allí responden con forma y color similares.

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De la cosa que pongamos un momento ante el espejo, aparece su imagen (esto ocurre con cualquier cuerpo que se refleje). La duración de las imágenes se debe a que de la más externa superficie fluyen continuamente tramas tenues y sutilísimas figuras de las cosas.
La poca densidad de las imágenes apenas ofrece resistencia a los sentidos.
En relación a los simulacra que aparecen en los espejos de agua y en toda superficie brillante (mientras ésta es clara y resplandeciente), es necesario que provengan de imágenes emitidas por las mismas cosas, ya que están dotados de las mismas formas que éstas.


Hay imágenes de las formas reales, tenues y semejantes a ellas, que no obstante que nadie pueda verlas aisladamente, devuelven desde la superficie de los espejos la visión de figuras que se mantienen similares a la cosa reflejada.
Se observa una continuidad de la imagen en lo que se proyecta como reflejo.
Tienta decir que la realidad se exhibe a su testigo como un film. Justamente, al ser proyectada, la película cinematográfica en curso impacta nuestra vista a la manera en que en general lo hacen los simulacra.


Hay una continua proyección en la mente por fantasías en secuencia. Epíkouros llamó a estas phantastikaì epibolaí tês dianoías.
Esa insistente continuidad hace difícil la crítica; factible, el error.
Para la mente humana, hay máxima afluencia de simulacra.

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Los sonidos, los aromas, los sabores son embistes corpóreos de enlaces atómicos que van a dar al alma. Hay también simulacra de voces, olores y gustos, que se mantienen accesibles para el recuerdo. Es posible una especie de repetición (repetitio). Lucretius la ha llamado repetentia, como una insistencia del deseo.
Evocamos antiguas formas y producimos, en consecuencia, simulacra.

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Son los simulacra los que amenazan a la mente. Proyectamos éstos y los ligamos al futuro.
Lo que nos preocupa surge de producciones de simulacra.

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Lucretius ha escrito: “cuando vemos formas extrañas y simulacros de quienes carecen de vida, que de pronto nos han despertado de modo espantoso al estar lánguidos en el sueño, no creamos acaso que escapan del Aqueronte las almas o que revolotean sombras entre los vivos ni que algo de nosotros puede quedar después de la muerte, cuando, destruidos a la par el cuerpo y el espíritu, se hayan disuelto cada uno en sus propios elementos primeros” (IV, 37-42).

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Lucretius describe una fabulosa atribución del miedo y exhorta a su lector: “habiendo estado hace poco serenísimo el tiempo del cielo, de repente se vuelve túrbido de manera horrible, de manera que puedas pensar que han abandonado todas las tinieblas del Aqueronte y han llenado las grandes bóvedas del cielo, habiendo surgido hasta tal punto la horrorosa noche de nubes, aparecen los negros rostros del espanto suspendidos encima…” (IV, 168-174). El terror es el que presta vida a la amenaza y hace de imágenes explicables el repentino indicio de un castigo.

Así, también al ver morir lo que de pronto cesa, algunos pintan la tenebrosa muerte como algo que puede presentarse.
Al exigir más a lo que aparece, o al perseguir algo que no puede estar presente, erramos respecto a los términos naturales.

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Una exquisita exhortación al sensualista epicúreo: discierne adecuadamente los simulacros.

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El Pensamiento:
Libro IV, versos 722-822:
Las preguntas que recogen la cuestión del pensamiento, según Lucretius: ¿qué realidades excitan el ánimo?, ¿de qué lugar llega a la mente lo que le llega?

(El ánimo -en latín animus- refiere a la capacidad de la mente para conmoverse afectivamente, para emocionarse e incitarse).

This entry was posted on 28 abril 2009 at 17:58 . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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